enero 15, 2024

Taylor sabe que es el centro de la cultura pop actual y no tiene ningún miedo de manejar su timón, como demostró en la noche de los Gobos de Oro

De la última gala de los Globos de Oro sólo se recordarán dos cosas: el infame estilo de su maestro de ceremonias, el cómico Jo Koy, y la presencia de Taylor Swift. Entiéndase presencia no como asistencia personal, sino como sombra, energía y entidad sobrenatural que domina la estancia. Que Taylor acudiese a los Globos era lógico e incluso obligatorio, pues la versión cinematográfica de su último espectáculo en vivo (la gira The Eras) estaba nominada a un premio, pero aquello también tuvo algo de aparición mariana, de acontecimiento cósmico, de mejor día de nuestras vidas.

El momento más viral de la noche fue el robado de una conversación entre Taylor, Selena Gómez y Keleigh Sperry, esposa de Miles Teller. Selena había intentado hacerse una foto con Timothée Chalamet (con quien protagonizó Día de lluvia en Nueva York) y Kylie Jenner, actual novia del actor, se lo había impedido. Selena y Kylie arrastran desde hace años una enemistad tan pública como niñata. Seguirla en redes es divertidísimo. Quizá eso estaba haciendo Willem Dafoe, sentado junto al corrillo y aparentemente absorto en su móvil. Willem igual no sabía que lo estaban grabando. Taylor sí. Porque Taylor sabe que siempre la están grabando.

En el desencuentro entre la protagonista de Sólo asesinatos en el edificio y una de las muchas protagonistas de Las Kardashians la que realmente sale ganando es Taylor Swift. Ella, que es team Selena, siempre gana. Y si pierde, ya ganará más tarde. Taylor ni olvida ni perdona. Su mito fundacional es el de una venganza. Un feud que viene de cuando Kanye West, exmarido de Kim Kardashian, la humilló irrumpiendo en el escenario en el que ella estaba recogiendo un premio. Según él, aquel premio debería haber sido para Beyoncé. Fue en 2009 en los Video Music Awards de la MTV. Él ya era entonces considerado un genio renovador del hip hop; ella no era todavía ella.

Hoy West (perdón: Ye) ha caído y Swift es la estrella más exitosa y voraz de la actualidad. Las cifras de facturación de The Eras (tanto de la gira como de la película) son impresionantes, las letras de sus canciones, en las que de vez en cuando expone públicamente a sus ex, son analizadas como si fueran el Tractatus de Wittgenstein y un pequeño vídeo suyo flipando con lo que le acaba de contar Selena puede romper internet. Igual que su mirada de desprecio puede liquidar la carrera de Jo Koy.

Taylor sabe que es el centro de la cultura pop actual y no tiene ningún miedo de manejar su timón. Además, al lado de sus fans, los zombies de The Walking Dead son inofensivos. Como las gemelas Olsen o Jennifer Lawrence, Taylor Swift llegó a la edad adulta en un mundo que veneraba la celebridad a base de memes, hilos de Twitter, beef,shade y yass queen. Y, como ellas (y al contrario que las Kardashian) navega ese paradigma con un talento artístico incuestionable. Taylor lo tiene todo, pero quiere más. Yo intento llevarme bien con ella, por lo que pueda pasar. Que se lo digan a Jo Koy.

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